sábado, 25 de mayo de 2013

Gran reserva, la serie de la 1

Gran Reserva, la serie la 1 no exagera, 

si lo comparamos con la realidad. 


Dos grandes bodegueros históricos de la Rioja, se engañaban más que los de la serie Gran Reserva de la 1 de tve y parece casi imposible... Hablo por boca de un buen amigo y compañero de carrera y la historia es real como la vida misma. 
La historia me la contó hace más de 20 años y no la puede ratifica porque desafortunadamente falleció en un accidente de ocio. 
Eran otros tiempos en los que apenas unos cuantos se repartían la "tarta" del mercado del vino. Pues bien dos de estos grandes, tal vez los más grandes, tenían una afición casi enfermiza, pero que en aquel contexto comercial no era más que una "batallita" para reírse el uno del otro con ganas en la próxima comida de confraternidad. 
Estos dos grandes del vino en España, tenían por costumbre, casi como tradición, quedar a comer juntos determinados días del año. Eran competencia directa uno del otro, pero qué más daba si no eran capaces de producir todo lo que el mercado demandaba. Las comidas eran de las típicas de dos grandes trabajadores, que habían hecho y seguían amasando grandes fortunas con el vino. Estos días eran su válvula de escape por la que salía toda la presión que siempre conlleva la dirección de grandes (por el tamaño) empresas. En estas comidas se marcaban los faroles habidos y por haber. Y se contaban las cuitas y los enredos típicos de otras estrategias de aquel "marketing tan personal" de tiempos de bonanza. Siempre con la sana intención de zancadillear un poquito al otro, pero haciendo un símil con el futbol, una zancadilla que no merecía ni tarjeta amarilla tan siquiera. 
Y para no hacer la historia más larga llegaba la hora del postre, de los brindis y de la despedida. Y justo ya a la puerta del restaurante embarcando cada uno en su "haiga" como los toreros de antaño, a voces, se repartían fechas y zonas en las que cada un compraría la uva de otras zonas vinícolas como La Mancha, Utiel, Murcia (por citar algunas). Y se recalcaban a voces "acuérdate bien del día, la hora y el restaurante donde almorzaremos para luego ir juntitos" a por las uvas. 
Todo acabado y cada "mochuelo a su olivo". Hasta aquí todo normal. Pero la sorpresa llegaba cuando Fulanito, tal y como habían pactado, llegaba a La Mancha el día que se habían comprometido y Citanito había estado allí 48 horas antes y se había llevado todo lo mejor. Pero claro, Citanito llegaba a su destino el día igualmente pactado en Jumilla (con los fajos de millones en los bolsillos) y Fulanito también se la había jugado... 
¡Eran como niños!; y unos días más tarde se juntaban nuevamente para contarse como se la había jugado el uno al otro y "a celebrarlo". Y a seguir pensando qué faenita se podrían hacer en la próxima vendimia. (más info, sin desvelar identidades: 

  PS: Me imagino a este humilde vendedor de termómetros para vino –o sea yo-, ofreciendo mi termómetro a esta irrepetible pareja. Me podrían haber pasado muchas cosas. Dejo a la imaginación de cada uno las posibles consecuencias de mi osado atrevimiento al ofrecerles un papel que les indicaría la temperatura ideal a la que sus vinos deberían de ser servidos para sacarles el máximo aroma, sabor, buqué, … Personalmente me pongo en el mejor de los casos, a Fulanito le habría vendido dos millones de Tarjetas-termómetro para vinos y a Citanito un mes antes le habría servido tres millones del mismo termómetro para vinos. También ahora dejo a su imaginación el traducir a la cantidad real el montante de las operaciones. Si lo desean pueden comentármelo por mail: achoig@gmail.com

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